El sombrero en el cine. Relato de gatos.

 

EL SOMBRERO Y EL CINE

Relato de gatos


Por Daniela Vera Jiménez.


  

A Coco Chanel le gusta ver el mundo desde las alturas. Sabe que será conocida por más de 7 vidas, no toma en cuenta la prisa de la fama, algo por lo que sufren normalmente los humanos, en especial los impacientes creativos.


Fellini no se ha tomado muy bien la noticia del viaje  de Gabrielle a Santiago. Las razones lógicas no le interesan, él crea su propia realidad. Le han explicado que la migración de Gabrielle, del campo a la ciudad, es para que ella pueda desarrollar su talento inventando sombreros y que tan pronto este instalado su taller él podrá visitarla y compartir el espacio creativo. Ella tiene mucha precisión no solo en lo que va sobre la cabeza de los seres sino lo que va por dentro, en el hilado de interrogantes. Federico no sabe cómo lo hace pero siempre acierta. 


A ella le preocupa que Fellini tienda al cine en blanco y negro, lo critica por su reducida paleta de colores, pero se han mimetizado sus gustos y es el sello estético de ella. Sólo viste su pelaje de negro y a veces cuando anda de ánimo de mostrarse agregar algún toque, un detalle en blanco.


Hace unos días, Fellini enterró el sombrero que ella le hizo. Era su primer sombrero, y tenía imperfecciones, no era un prototipo para reproducirlo en otros gatos. Fellini para molestarla le dijo que la materia prima del sombrero le serviría mejor a la tierra, un fertilizante que podría llevar su apellido. Con un poco de suerte y tiempo podría salir algo comestible. Para agravar el desprecio del regalo, agrego que el sombrero era de poca utilidad para la vida práctica de un gato viajero como él, es muy posible que se le perdería en paisajes lejanos.


Gabrielle se indignó y trepó el árbol y se quedó por días  mirando a Fellini, desde lejos, para ver si de esa forma se disminuía la pena por las palabras que escuchó. Federico solo tomaba en serio sus propios enojos. Esperó con paciencia que ella bajara.   


Fellini había enterrado el sombrero más por aburrimiento que por desprecio. Se preocupó de marcar el lugar donde lo había escondido, no entendió por qué lo hacía, pero no tuvo mucho tiempo de razonar porque Gabrielle venía acercándose hacia él y lo distrajo rodeándolo con sus movimientos felinos.


Un día cualquiera de la semana apareció un hombre que venía a buscar a Gabrielle. Fellini la observó empequeñecerse, alejarse hacia su nuevo destino, con su nueva compañía. Antes que desapareciera por completo y sin dar la espalda, para no dejar de verla, Fellini corrió hacia el lugar marcado, desenterró el sombrero y se lo puso. 


Gabrielle se había prometido no mirar atrás, no quería encontrarse con la mirada de la despedida,  rompió su regla, miró y lo vio.  Fellini llevaba puesto el sombrero que ella le había hecho sólo a él, pensando en cómo se molestaba cada vez que ella vestía de blanco, y rebotaba la luz en su rostro encandilándolo. En especial, cuando sacaba fotos en esos días soleados que tan feliz ponían a Gabrielle, y que la hacían gritar de entusiasmo describiendo lo que veía desde la copa del árbol.

-¡Todo se ve resplandeciente desde acá, mira el color de las hojas, las flores, el pasto, los pájaros!


Fellini le pedía que bajara la intensidad porque su voz lo inquietaba y desenfocaba sus tomas. Disfrutaba llamándole la atención, le daba la sensación de ejercer algún dominio, algo irreal, sobre ella. Federico veía el mundo y sus colores igual que ella, cuando estaban juntos. Eso estaba enterrado dentro de sí, como todo lo que él valoraba, pero algún día se lo diría.


Ambos levantaron sus garras en la distancia, sabían que volverían a verse. Los gatos tienen muchas vidas y eso los hace moverse confiados por los sutiles trazos de sus destinos.




Feb 20, 22.

Daniela Vera Jiménez.








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