EL CUERPO EN PANDEMIA 2020/ PREGUNTA Y RESPUESTAS

 SOLO 

UNA PREGUNTA

DANIELA VERA JIMENEZ

Agosto 2020



Esta pandemia ha logrado conviertirme al  minimalismo, no sólo por la relación con los espacios físicos sino con aquellos más  intangibles. Mi mente se ha alineado a este adoctrinamiento. Ni las agujas puestas en mi cuerpo en las numerosas sesiones de acupuntura ni los sabios consejos de maestros chinos  lograron tan buenos resultados en mi cuerpo y mente como este virus esparcido a nivel planetario. En esta  limpieza mental me he quedado con aquellas certezas saludables y con unas pocas inquietudes esenciales,sólo las  suficientes para nutrir las carencias que me conforman como ser humano en progreso.


Para esta nueva forma de relacionarme conmigo y con el mundo, necesitaba saber cómo estaban viviendo otros la relación con sus cuerpos.  El cuerpo, esa palabra que tanto me ha perseguido desde que entré a estudiar danza, y aun después de 26 años sigo tratando de  descifrar. Ese cuerpo que metí en un solo de coreografía llamado Mᒾ  el cual cree en pocos metros de mi pieza para demostrarme que no hay límites para crear ni bailar. Esa coreografía fue mi examen de composición coreográfica. Poco tiempo después me invitaron a  interpretarla en otros escenarios y públicos. Ahora esta coreografía tiene funciones diarias, por meses y sin público.


Como una forma de salir de este encierro, le escribí un correo a ciertas personas para que me respondieran solo una pregunta y que la conectaran con lo que quisieran. Les pedí que me  contestaran en forma escrita. Lo cierto es que esta pregunta era una excusa para contactarme con ellas, extrañaba sus reflexiones, sus  respuestas inteligentes unidas a la sensibilidad para hablar del cuerpo. 


Entre dos siempre hay uno que tiene más privilegios, y eso se nota en la libertad para recorrer  espacios.Mi mente divaga más que mi cuerpo. Mis piernas reclaman esas  caminatas largas por la ciudad, conversar y caminar sin apuros o hasta que los paseos mentales nos agoten por un rato, pero que un corto y leve silencio sea suficiente para retomar  las palabras y los pasos. Seguir hablando y caminando al mismo tiempo.


En un mundo de incertidumbres permanentes, saber al menos que puedes confiar en la palabra de alguien me deja en deuda con ellos. Compartir lo recibido aparece como un acto de justicia  aunque sea virtualmente. 


Recibir confirmaciones sin ningún tipo de exigencias o  trueques emocionales te  hacen sentir cierto entusiasmo y esperanza en la humanidad. Cada respuesta  conforma para mi un fragmento de un gran diseño que cada uno debe armar. Cada pieza tiene un valor en sí misma, pero unidas se convierten en algo único y significativo. Como un tejido armado inconscientemente y que tiene sentido,  eso es lo que quiero encontrar. Es el mismo esfuerzo que hago al contar un sueño. Es el mismo absurdo  intento por hacer congruente un relato a través de un orden cronológico.


Estoy aprendiendo una forma nueva de relacionar tiempo y expectativas, a eso le llaman paciencia y que las culturas africanas han comprendido tan bien. La paciencia surgió con mayor fuerza hace meses, casi un año. Desde el estallido social mi realidad cambió y la de muchos otros. Yo no extraño esa vieja realidad. Lo único certero es que la vida es movimiento y cambio permanente. Al igual que mi sueño repetido que es siempre diferente, el de una ola kilométrica de altura que se viene sobre mí que a veces logro esquivar y que otras atravieso por medio de mensajes que aparecen como consignas en el mismo sueño. A veces sostengo la respiración y me meto en esa pared acuática y dejo que me empuje hacia un lugar desconocido, pero necesario.  


La espera es mi vestimenta diaria. Apenas me levanto abro las cortinas para ver el vuelo de los   pájaros. Parece que vuelan cada vez más cerca mío. Los sigo con la mirada durante la mañana y tarde, pero especialmente en los atardeceres que es cuando más disfruto sus danzas aéreas. Espero el vuelo de los pájaros, espero que las nubes traigan lluvia, espero que la naturaleza me de una señal hacia donde ir.  Una frase regalada por teléfono la naturaleza es sanadora me hace sentir su compañía. Y en esa espera de encuentros y respuestas  me distraigo tratando de reconocer a qué ave corresponde ese sonido que me despierta en las mañanas.

 

Trato de aprender de todo y todos porque eso es lo que  hacen los profesores, por lo menos es lo que se espera de nosotros. Ese deber ser que te hace hacer para ser. Esa misma autoexigencia es la que me hace querer huir de la vocación. Un tema se apodera de mí por todo un día entero. El arte Makonde, el arte  de los mejores escultores de ébano de este mundo. Una cultura que se ubica al norte de Mozambique y Tanzania, que  lograron evolucionar su estilo  turístico para  pasar a retratar su vida comunitaria(matriarcal, colaborativa, interdependiente e interconexa)  hasta llegar a tallar  formas más intrincadas y abstractas como son las  imágenes que ven en las nubes hasta representar espíritus. El arte africano atravesó fronteras y logró influenciar el arte europeo hasta dar nacimiento al cubismo de Picasso.



El arte es al mismo tiempo expresión y liberación de una sociedad. Gracias al arte Makonde  su pueblo pudo sostenerse económicamente y financiar las  fuerzas revolucionarias que les permitió  independizarse de sus colonizadores portugueses(en Mozambique). El fomento de las artes es peligroso en las sociedades opresivas. Probablemente por eso mismo es que la educación formal no le da espacio en su curriculum al arte en general y mucho menos al conocimiento del arte africano. Hay mucho que aprender de ellos y de todos. 


Salto a otra cultura,  más bien una religión. Reviso recuerdos de mi profesora particular de inglés Sikh que me enseñó a  memorizar la lista de verbos irregulares repitiendolos  como mantras. La memorización en educación ha sido cuestionada en los últimos años, sin embargo no se  puede desconocer que es un factor primordial  para aprender. De esta profesora Sikh retengo no solo los verbos, sino los relatos morales de los  cuentos que me hacía leer a solas y en silencio. Moralejas terribles y desencantadoras del comportamiento humano que me hacían concluir que debía desconfiar de todos y mantenerme siempre alerta. Tiene consistencia  lo que me enseñaba  ya que  los Sikh son guerreros. Hace poco tiempo atrás leí un titular de noticias con el nombre de mi profesora. Ella había disparado al ladrón que había entrado a su casa. Fue en defensa propia respondió a los medios. 


Sigo revisando compartimentos mentales, detalles de las experiencias pasadas, y del presente sale la neurociencia aplicada a la educación intercalado con dibujos y relatos, todo sin orden de prioridades. Intentó disciplinar mi mente, pero esa tarea es fácil comparada con el trabajo que me da mi espíritu, que se rebela a ser adiestrada. El espíritu hábil, no se deja adular ni cae ante la acumulación de conocimiento. No sé cómo se hace para aquietar el espíritu, solo sé como no se hace y al parecer eso sirve para avanzar.


Hay días que extraño tener muchos alumnos(llegue a tener 150 alumnos por varios años). También hay días en que me siento liberada  de no ser responsable todo el tiempo de todos, de no tener que estar bajo observación permanente por alumnos,profesores, papás y directores, de no tener que ser ejemplo de nadie, ni  consistente ni constante. Rechacé la propuesta de hacer clases virtuales porque no iba tener contacto físico con mis alumnos. Además ya asumí ser  la tutora de mi hijo menor en sus clases online, de las cuales estoy llena de críticas por la metodología, por los contenidos y otros más. Me esfuerzo por aplicar el minimalismo en mis expectativas y reclamos. 


Trato de ser una apoderada colaboradora con el sistema educativo y me entusiasmo genuinamente con los  desafíos de las asignaturas, aunque estén todas fragmentadas e inconexas. Mientras leo en voz baja las instrucciones un adjetivo sale de mi boca y  mi hijo alcanza a escucharla  y me la repite en voz alta. Y ahí tomó conciencia que los niños son maestros en percibir y no les puedes mentir. En esa honesta complicidad terminamos de hacer la tarea del día, hacemos check a la clase. Tengo de mi lado a las neurociencias que me dicen que mi hijo menor está aprendiendo conmigo  porque está aplicando : atención, concentración, memoria y comunicación. Las neurociencias consideran que el vínculo emocional es esencial, entre alumno y profesor,  para que hayan aprendizajes significativos y perdurables. La tecnología aún no puede ocupar nuestro lugar, no puede suplir la mirada, no puede ocupar el lugar del cuerpo. Le creo a la neurociencias a pesar de haber adquirido el conocimiento en un curso de una plataforma online.


Reviso mi correo a diario para ver si ocurre la sincronía que los tiempos de ellas con mis ansias de leerlas. Aquí no hay exigencia de plazos, ¿cómo podría haberles puesto  fecha a una respuesta? eso habría sido pedir dos favores y  las personas suelen hacer una cosa a la vez de buenas ganas y yo no estoy de ánimo para confrontaciones emocionales. 


Llega  la primera respuesta a mi correo y siento ese suave oleaje cerca mío y que es  suficiente para confiar que vendrá más movimiento, que se moverá el resto de las cosas a mi alrededor. Y así ocurre. Llegan seguidamente  las otras respuestas como si también a ellas la marea les hubiese tocado sus pies para comenzar a avanzar.


Me tomo el  tiempo para abrir cada correo, quiero  leerlas en calma,  con esa misma vieja sensación que tenía años atrás cuando llegaba una carta al buzón a  la casa de mis padres. Me preparaba física y mentalmente para abrirla. Una carta, un relato , una reflexión es una ofrenda, un viaje al alma de una persona. Me conecto con sus voces escritas y me hacen agradecer el día. 


Junto a esa alegría está esa fisura, ese inconformismo que permea mis experiencias, siempre están los deseos interminables. Los budistas dicen que  el deseo es algo que no se satisface nunca, de un deseo nace otro y así otros más. El deseo. Yo quiero un abrazo ahora, quiero que ese abrazo me haga exhalar la nostalgia de extrañar el cuerpo de los otros. Las exigencias del cuerpo solo se satisfacen con el  cuerpo. El cuerpo sabe reconocer cuando se le quiere distraer con palabras o imágenes. El cuerpo quiere sentir, y sentir solo ocurre con y desde el  cuerpo. 


Extraño el  desplazamiento por las calles conocidas aunque no me encontrara con nadie reconocible desde hace años. Incluso antes de la pandemia estábamos ya  todos encerrados en nuestras rapideces y numerosos esquivos emocionales. Ahora solo hay demostraciones afectivas congeladas en el tiempo, sin saber cuándo volverán a moverse. Por ahora no nos queda más que  conectarnos con las palabras e imágenes, leernos, pensarnos para  encontrarnos de esta forma. Así como los deseos están tensionando un extremo, por el otro  está  el  agradecimiento, esa profunda ofrenda que uno se hace y le hace a los demás, y que no es otra cosa que ver, ver lo que uno tiene y sentirse completo.



Les comparto las respuestas a solo una pregunta: ¿Cómo has sentido la relación con tu cuerpo en esta pandemia?


El orden en que publico estas respuestas es en el mismo orden cronológico en que  llegaron a mi correo. 


Mis agradecimientos y cariños  a: 


Trinidad Quinteros Cruz

Vivian Fritz Roa 

Oriana Jimenez Otaegui

Ruth Cepeda Donaire

Paulina Iriarte Pizarro

Margarita Di Giuseppe

Sandra Coñoepan Vega

Javiera Figueroa Miralles

Marcela Gonzalez Monroy

Paula Moraga Lagarrigue








TRINIDAD QUINTEROS 

LA  RELACION CON SU CUERPO EN ESTA PANDEMIA

2020



Cuerpo destrucción, 

cuerpo reconstrucción.




Destrucción


Habitar, o más bien, dejar de habitar el cuerpo desde su lado garante, de completud gozosa y firme, desde un cuerpo certeza que se enraíza para ser, hacer, sostener y vivir. 


Había pasado la vida, mientras planta-madre, inconsciente o demasiado presente en el hacer, dar, organizar la vida. Siempre, junto a otro cuerpo que sostiene y ofrece terreno fértil para estar, maternar. Cuerpo trabajo duro, y volver a casa, lugar seguro.

Todo eso, esa entrega de cuidado y vitalidad, daba garantías de un cuerpo. 


Crisis vital, desprendimiento, desapego, desenraizamiento. 

Trasaldo del yo árbol. 


Desenraizar y trasladar un árbol ya adulto y grande, no es fácil, la pulsión de salida fue mayor, entonces, asumí los costos sin saber cuales eran. Como lanzarse en paracaídas por primera vez. 


Trasplantar un árbol adulto es abrir un tiempo-espacio abismal entre el sitio donde estaba anclado, y otro nuevo, desconocido. Se junta este trasplante, que ya es internamente amenazante, con una Pandemia, nueva y feroz amenaza externa y colectiva.

Desestructuración.


Taquicardia, sudoración, espacio vertiginoso, desaparición de las certezas, desaparición imaginaria (pero sentida real) del tronco que enraíza y sostiene el presente. 


Temporalidad reducida, no es posible estar en una continuidad ni organización ordenada y estable de lo que fue, está siendo y será. Pérdida de la representación. No hay tiempo, sólo es un ahora pequeño y reducido a la posibilidad de la desaparición, de muerte. No hay más tiempo. 


Inapetencia, delgadez, languidez, fragilidad corporal, vulnerabilidad total, perdida de fuerza, desaparición del yo soy, yo, no estoy. Tiempos regresivos y arcaicos traumatizados, atrás, adelante nada, no hay futuro.  Catástrofe, no poder estar presente y segura. Muerte en vida.


Angustia-angosto. Desrealización, no reconozco la realidad. Despersonalización, no me reconozco en la realidad.

¿Quién es ella, porqué me dice eso? ¿Quién es el otro? ¿Quién, entonces soy?

Desconocimiento, extrañeza, retroceso a tiempos primarios, melancolizantes. Lo más familiar se vuelve extraño.


No es posible aprehender la realidad, tomarla, corporeizarla, se esfuma en la angustia que sube desde las entrañas, hacia arriba, y queda como espuma en la cabeza, que desancla, no aprehendes la realidad, lo que es, la preciosa materialidad del presente.


Nadie escapa a la locura, no es de algunos. Amenaza, muerte en vida después del holocausto, de la explosión de la bomba, fragmentación corporal.

Corazón acelerado, ardor de pecho, puntada en el corazón, dolor muscular y tensión agarrada arriba, lado izquierdo del pecho, hormigueo por los brazos. Sacudirse la angustia.


Intestinos crujiendo, heces desbocadas, amenaza vital, si no es de las emociones, del miedo y la desaparición infernal de la angustia, ahora es desde las tripas, que se retuercen amenazando con lo vital de incorporar vida, alimento, crecimiento. Bacterias malas.

Cáncer.


Tiempo psíquico y corporal retrogrado, regresivo hasta los primeros tiempos, melancolizado por la distancia, la separación y la posibilidad de desaparición de los tuyos, de tus árboles raíces, padre, madre, La Madre. Podrían desaparecer sin verles, no estar, no verse jamás, perderlos a la distancia y en otro territorio lejano. 

Desaparición. Como el trauma de la violencia de Estado, que se reactualizó con el estallido social y ahora con la Pandemia. 

Cuerpo trauma, cuerpo estresado, perdida de fuerzas, cuerpo encerrado, doble encierro, otro país, otra casa. 


Espacio pequeño, convivimos cinco cuerpos, y estoy a cargo. 

Encierro, no tengo piso, no tengo tierra, sin una planta que de oxigeno, de exterior, de expansión.  Aires y lugares abiertos junto a otros árboles, libres. ¿Cómo resiste una árbal encerrada y sin tierra donde anclarse? 


Sin embargo, agradezco el balcón. Trabajo siempre el agradecimiento, por respirar, por amanecer viva, por ver a mis arboles pequeñas bien, firmes, sanas, contentas, muchos mas ancladas que yo. Árboles maestras, me enseñan todos los días, aprendo y me anclo en ellas, en mi presente (trato). 


Reconstrucción


Sobrevivir, energía vital, resurrección, renacimiento.


Siempre hay algo que, en la locura del desconocimiento, en la locura de perderse una misma, resiste. Esta vez son mis tres plantas y las ganas de vivir. Comenzar a despertar, reponerse, reponerse como sea.


La ecología del cuerpo no es piramidal u homocéntrica, convivimos con bichos, bacterias buenas y malas, adentro afuera, está todo conectado, es un orden espiral. Bofetada al ego de la humanidad. Ahora es entender con humildad y agradecimiento que convivimos ecológicamente en ambientes, biosistemas que debemos cuidar con inteligencia orgánica, somática.


Cuerpo reposición. Comienzo a reponer, anclar, sentir, situarme, ordenar, tratarme mejor, tomarme de mi misma, cocinar, oler, tocar, sentir, buscar sensopercepciones buenas (no sólo la conciencia corporal del cuerpo angustia). 

Retomo mi quehacer, mis sueños y mi pulsión vital, en el centro del miedo, me aconsejan, sobrevive en mi una luz, lo que trasciende. Retomo y me anclo de mi ser psicoterapeuta, de mi ser danzar. Comienzo a bailar, improvisar, retomo pacientes, pienso psicoanálisis, practico yoga. 


Comienzo a dar clases de yoga, ofrecer práctica abierta a Chile y España, instalo un puente entre estos dos territorios, construyo ligazones. Tejo para dar continuidad entre los espacios. Ya no son un abismo, hay un puente que puede ir y volver, un hilo conductor que va y viene, se mueve como el tejido, como el cuerpo cuando baila.


La bioquímica hace lo suyo, agradezco y pido perdón por mi visión limitada y prejuiciosa.

Yoga y meditación diaria, unión, estar, observarse, anclar el ser y el cuerpo. Respiro Prana.

Restablecer mi árbol, desmalezar de a poco, arar la tierra, prepara el abono, incorporar agua vital. 


Ahora, preparada para la impermanencia desde un cuerpo sin (tanto) miedo, más firme, más tranquila. A ver como viene los vientos, las próximas lluvias, el frío y el sol.




Trinidad Quinteros Cruz, agosto 2020

www.psicoterapiaadultos.wordpress.com

http://psicologiaclinicapsique.blogspot.com

https://www.facebook.com/Presencia_mov-101142808376442/?view_public_for=101142808376442

 



VIVIAN FRITZ ROA

 Y 

LA RELACION CON SU CUERPO EN ESTA PANDEMIA  

2020

 

 

Foto experimentaciones GeoDanse "puerta de salida", via zoom.  

Los créditos son:

Karen Arias, Lilian Pizarro, Sendy Rios, Carolina Romero y Vivian Fritz

 

Vivian Fritz Roa

Marsella, Agosto 2020

www.vivianfritzroa.com

 

Hace bastante tiempo que me posesiono más como coreógrafa-investigadora y pedagoga, que como bailarina. La pandemia, la cual significó aquí en Francia 55 días de encierro, curiosamente me volvió a ese cuerpo que danza desde la interpretación.

 

Siendo la creación a distancia y el uso de la videoconferencia mi tema de trabajo desde el 2009, me volqué desde casa a trabajar con un grupo de bailarinas voluntarias y deseosas de estar juntas creando (en Chile y Francia). Esto en el contexto del laboratorio GeoDanse (GeoDanse es un laboratorio experimental creado durante mi posdoctorado el 2015, y que continua activo recopilando experiencias de creación a partir de proyectos que buscan reflexionar sobre el cuerpo y su interacción con el espacio en la red ).

 

En este espacio nos planteamos algunos desafíos de exploración del movimiento utilizando la plataforma Zoom, facilitada por REUNA Chile, y nuestros propios materiales (computador y teléfono móvil). Junto a un entrenamiento a distancia propuesto generosamente por la bailarina Carolina Romero, nos preparábamos cada día. Luego partíamos por preguntas y experimentaciones que se convirtieron en etapas y procesos. Nuestras preguntas pasaban por ejemplo por cómo percibir el espacio según un dispositivo propuesto, luego un trabajo de conciencia corporal frente a la cámara (planos, puntos de vista, etc), las posibilidades de interacción entre nosotras y el desafío de realizar la creación en tiempo real, es decir un espectáculo en vivo. También nos planteamos un guión, una manera de reflexionar sobre el recorrido de esta danza a construir.

 

Otros temas tratados fueron los cambios perceptivos que implica un trabajo frente a la cámara y en tiempo real con personas que se encuentran a distancia. Es decir el cambio de nuestros sentidos frente a un cuerpo que se desdobla y multiplica, que es observado por nosotros y otros según lo que damos a ver, el uso de la vista en desmedro de otros sentidos, los espacio de acción fuera de campo, en la red, en casa etc…

 

Este periodo de encierro fue particularmente especial en el sentido de ver el vuelco de millones de personas hacia un útil (la videoconferencia) que personalmente he utilizado durante tantos años con mucha dificultad de credibilidad frente a este tipo de creación y que de un momento a otro tantas personas comenzaron a probar.

 

Sin duda que esta forma de crear y difundir no reemplazará nunca una danza “cuerpo a cuerpo”, pero que sin duda permite nuevas reflexiones, observaciones y descubrimientos, que aunque no se vuelva a utilizar, este cuerpo se habrá iniciado en otro espacio tiempo que observa la danza desde otro mundo.

 

GeoDanse :

Sitio Web https://vivianfritzroa.com/portfolio/recherche-et-creation-laboratoire-geodanse/)

Canal Youtube https://www.youtube.com/channel/UCKsEEHrQMkHoR-c5iq1YRSQ

 



ORIANA JIMENEZ OTAEGUI

Y

LA RELACIÓN CON SU CUERPO EN ESTA PANDEMIA

2020



LA VIDA EN EL CAMPO EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Agosto, 2020



Miedo? Incertidumbre?  Pena?

Lo cierto es que el tiempo se abre como un enigma…¿cuánto durará ?  ¿por cuánto tiempo nos alejamos?


Preparamos un equipaje ligero...como al comienzo de nuestra relación por  

la década de los años 70.  Y ahora estábamos al inicio de marzo 2020. Y nos fuimos de la ciudad al campo, con los ojos humedecidos.


El campo se abrió amistoso y nos mostró su rostro alicaído: la larga sequía había transformado los árboles con su follaje mustio, el pasto ralo, seco y amarillento, ausencia de flores y de cantos de los pájaros y el zumbido de los picaflores. 


Era un gran desafío para nuestros cuerpos de adultos mayores. Teníamos que crear nuevas rutinas. Las articulaciones de piernas y brazos al comienzo , algo rígidas , pero nos ayudaba los días cálidos de fin del verano en la zona central. 


Siempre trabajamos alrededor de 5 horas.  Dejábamos  palas, rastrillos y tijerones después del desmalezado, del corte de ramas secas y de tratar de embellecer un paisaje opaco para ir a almorzar.


Mi cuerpo respondía con generosidad a los apremios que le exigimos. Mis ojos empezaron a entender como nunca el lenguaje de la naturaleza: con un poco de riego en las raíces las ramas altas se movían ondulantes.


Dormíamos profundamente. Cansados pero muy motivados por el trabajo en el campo.

En casi 5 meses el campo se veía hermoso: con las lluvias surgió la alfombra verde y los árboles mostraron claros indicios de nueva vida.


Nuestras piernas se  fortalecieron. Podíamos subir los caminos empinados, recolectando guano para los rosales y llevando garrafas de agua para las plantas más lejanas y afectadas por la sequía.


Encontré sustitutos naturales para rutinas de cuidado de mi cara y pelo: aloe vera, quillay. Bebíamos infusiones de boldo, hierbabuena, limonadas y naranjadas.


La casa también pedía atención: pintamos algunas paredes, limpiamos vidrios, ordenamos libros y revistas. Teníamos muchas películas que no habíamos visto, y que fueron sustitutas de las series que se ven en las ciudades.


En esta experiencia vivida reflexionamos que,  tal como la migración campo ciudad caracterizó la segunda mitad del siglo 20 hasta ahora, la opción de vivir en el campo es una alternativa tentadora.


Con el cuerpo fortalecido no nos enfermamos en estos 5 meses ni siquiera de un leve resfrío. Hace pocos días regresamos a la urbe para chequeos médicos de rutina de mi marido. Y principalmente y lo que más nos hacía falta en este retiro fue ver y abrazar a nuestros hijos y sus familias. Sentir la risa de los niños era algo que siempre y cada día añoramos profundamente.  Todo era hermoso en el campo...pero no podíamos regresar en cualquier momento por el cuidado de todos. 





Oriana Jiménez Otaegui

oriana.jimenez@gmail.com


  • Sociologa(Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO, ELAS Escuela Latinoamericana de Sociología).

  • Asistente Social(Universidad de Chile).






RUTH CEPEDA DONAIRE 

Y

LA RELACIÓN CON SU CUERPO EN ESTA PANDEMIA

2020


SEPTIEMBRE, 2020




Todo empezó: 


  • Daniela Vera: ¿Ruth te gusta escribir? ¿te gustaría colaborar para una nueva publicación mía?

  • Ruth Cepeda Donaire: Ahhhh me gusta, pero hace mucho que no escribo

  • Ruth Cepeda Donaire: Conversemos

  • Daniela Vera: es solo una pregunta. sería interesante leerte

  • Daniela Vera: ¿cómo has vivido la relación con tu cuerpo en esta pandemia? y puedes conectar con lo que quieras.


Me picó el gusanillo. Lo confieso. Como responder lo más sinceramente posible a esta pregunta, que a simple vista parece sencilla, pero en verdad es una pregunta trampa, por lo menos para una servidora que soy yo.

Pero acepté el reto. Ahora me aventuro a la ardua misión de responder a lo valiente.

Ahí va mi “vómito del alma”:

Pucha!  es que mi relación con mi señor cuerpo históricamente es y ha sido bien complicadita, antes muerta que sencilla. 

Sinceramente, lo nuestro es de telenovela, con todos los ingredientes de folletín a lo Corín Tellado con aires de drama psicosocial. Un pololeo loco y no siempre sano entre yo y mi cuerpo. 

Desde hace unos tres años y medio, cuando quedé embarazada comencé un proceso de autoconocimiento muy profundo de mi cuerpo. No solo debido a los cambios obvios por estar gestando una vida, sino porque mi cuerpo se manifestó, se quejó y enfermó. Pasé un embarazo bien pesado y complicado.

 

Fue su manera de quejarse,  de decirme: “Hasta aquí hemos llegado bonita ... merezco que me mimes y me cuides más. No vale la excusa de que hayas dejado de fumar … necesito más.”  

 

Y nos dimos otra oportunidad. Ahí nos conectamos de nuevo, mi cuerpo y yo. 

 

Como se traduce esto: tomé la maternidad y las reacciones adversas de mi cuerpo como una oportunidad de verme, de ahondar en mí, de sanar y soltar. Lo escuché, me escuché, vomitamos, sufrimos, pero disfrutamos de llevar dentro y cuidar a una preciosa personita, mi Laia. 

Me moví de nuevo, como nunca, disfrutando de cada movimiento al son de la música que escuchaba a cada momento.  

 

No solo quedé regia y esbelta, sino que fue un parón en atracones sin sentido de comida y bebida por ansiedad o cualquier excusa más. Quedé con el diagnóstico de Gastritis crónica y amenaza de Síndrome de Barret (enfermedad gástrica) como recuerdo de la promesa de cuidarnos. 

 

Me estabilicé y toda esta sintonía duró hasta el año y medio de mi pequeña Laia. 

 

Ahí mi cuerpo y yo entramos en un distanciamiento no del todo asumido, en que ya no me moví tanto al son de la música y nuestras conversaciones intimas (entre mi cuerpo, compañero de viaje y yo) quedaron interrumpidas por instantáneos atracones de comida (con alevosía y culpabilidad) siempre con la excusa de la ansiedad y la pérdida de presencia de espíritu.

 

Y llegó el sábado 14 de marzo del presente año. Un sábado en la noche. Regresábamos del cumpleaños de una amiguita de Laia que celebró su segunda vuelta al sol. Nos preparábamos para salir de nuevo cuando nos llamó un amigo con el que estuvimos cenando la semana anterior. 

Ese viernes cenamos 5 parejas en su casa. Estuvimos divinamente, riendo, contándonos la vida y comentando la posibilidad de que los casos de Covid llegaran a Chile, atentos, pero ingenuamente despreocupados. Retomando el hilo, la llamada de Juanpa se debía a que una de las personas de esa cena cayó enferma de Covid, al igual que su marido y los dos niños. Pánico, desconcierto, temor y cuarentena por contacto directo con persona positiva a Covid con todos sus síntomas.  

 

Susto enorme. Se sucedieron un sinfín de llamadas a todas las personas con las que habíamos estado en contacto durante esa semana. No fue tarea agradable. Mucho miedo a caer contagiados y de haber contagiado. Miedo a cómo iba a reaccionar nuestro cuerpo compañero de viaje. 

 

Como medida lógica estuvimos los tres de licencia médica. Todo demasiado surrealista, pero estaba pasando.

 

 Él, nuestro cuerpo, fue el protagonista absoluto de esos días. Estábamos en súper conexión, atentos a cada síntoma o estado “no normal” de nuestro amigo compañero de viaje y de el de Laia. La otra patita era conservar la calma mental al grito de “orandum est sit mens sana in corpore sano”.

 

Por suerte ninguno de los comensales de esa cena cayó enfermo del dichoso bichito.

 

Una vez esta finalizó (la licencia) me despidieron de la pega, toma castaña, la primera en la frente y justo después se decretó estado de alarma y cuarentena en Santiago, primero parcial, luego total. Pandemia mundial. Algo nos unía en todos lados, Todo muy loco. 

 

Todo este panorama, “anómalo, imprevisible, estos cambios drásticos en la convivencia a full diaria, en primera instancia fue bien procesado y bienvenido por mi personita. Lo tomé como una oportunidad de parar, soltar y volver a sanarme. Volver a comunicarme con mi cuerpo. 

 

Pero poco a poco, la bendita ansiedad fue apareciendo de nuevo y haciendo de las suyas. 

 

Volvieron las excusas de siempre, viejas conocidas:  preocupación por el presente y futuro, por la distancia con mi familia allá en Barcelona, la falta de sociabilidad, ejercicio y pérdida de la presencia de espíritu al comerme un paquete de galletas o 200 gramos de semillas maravilla antes de poder decir MU.

 

 Y volví a no escuchar a mi amigo cuerpo. Recaí por milésima vez, lo confieso. Todo eran falsas promesas.

 

Actualmente, mi cuerpo y yo (como gran parte de parejas y matrimonios durante esta pandemia) estamos en TERAPIA. Si si. Con todas sus letras y en mayúscula.

 

Esta vez va en serio y con toda la sinceridad de quienes se conocen demasiado bien pero no se escuchan lo suficiente. No es fácil. Temo que, en una de esas, mi cuerpo se canse y le dé por irse de vacaciones o me pida la separación. Así a la brava. Demasiado que perder y mucho que ganar. Da un poco de rabia cuando lo ves con tanta claridad. Vida (física) de momento que sepamos, solo hay una.

 

Vamos sufriendo algunas interrupciones, recaídas chiquitas, pero nos estamos conectando de nuevo. Nos queremos. Bailamos y nos estiramos al ritmo de la música, del bikram , cardio y de los juegos y bailes  con Laia y mi Sebas. Ahora en fase tres, salimos a dar largos paseos y caminatas. 

 

Juntos, mi amigo cuerpo y yo, intentamos sanar este intestino mío algo dañado con una alimentación consciente y la consciencia de lo vital de estar en movimiento y en conexión cuerpo/alma. 

 

Pasito a pasito. Bienvenido todo lo ocurrido para estar en este estado de conciencia sana y reparadora. 

 

 


Ruth Cepeda Donaire,  Educadora social. 

ruthicep@hotmail.com





PAULINA IRIARTE PIZARRO

LA RELACION CON SU CUERPO EN ESTA PANDEMIA

2020

 

 


 

Septiembre, 2020

 

 

 

Hola!!

Soy Paulina Iriarte Pizarro 

53 años de experiencia vital, mamá de Paula, profesora básica y aprendiz eterna...

 

Cuando Daniela me pidió que respondiera a la pregunta:

 

¿Cómo ha sido la relación con tu cuerpo en esta pandemia?...

Pensé que hace tiempo no escribo de la manera que una se vuela y deja salir las emociones que la embargan, pero la pregunta era una excusa para escribir, me puse a pensar y a enrredar ideas y todas se conectaban con mi cuerpo… 

 

Sabía que podía decir muchas cosas al respecto, mi cuerpo ha sido un tema recurrente en estos días, el dolor me lo ha recordado constantemente, no ha sido un tiempo fácil.

Me he preguntado ¿qué quiere decir mi cuerpo al reclamar de este modo? Los pensamientos y respuestas han sido variadas… 

 

Es habitual que mi cuerpo reaccione con distintas emociones…

Cuando me abruma el sin sentido o despropósito del actuar por cumplir expectativas absurdas, cuando no se avizora lo realmente importante y esencial; especialmente en el trabajo, el dolor es recurrente…

 

Objetivamente el teclado sin mouse, la silla del comedor, que nunca estuvo preparada para resistirme en jornadas tan largas, ni la silla ni mi cuerpo, la inclinación constante de mi cabeza y cuello hacia la pantalla de mi computador son motivo de profundos dolores cervicales y de espalda.

 

La relación con mi cuerpo es estrecha…

He sentido el dolor en mi cuerpo, sin embargo, este no ha sido siempre, también he tenido algunos momentos de relajo y de tranquilidad.

 

Es cierto, estoy más vieja y encerrada sin caminar siquiera, puede que sea el motivo… más yo pienso que se debe a la melancolía. Mi melancolía es un tipo de tristeza íntima y tranquila, bucólica, de contemplación, de recuerdos, permanente y profunda, que suele llenar recurrentemente todo mi espacio y mi realidad… me recubre completamente. 

 

Esta melancolía que me llega cada vez que levanto la cabeza y advierto que me canso de lo mismo…

Yo anhelo hacer otras cosas, quiero sembrar la tierra por ejemplo, tengo todo para la faena: mis manos, las herramientas, las semillas y la tierra, solo falta la ocasión, la oportunidad, ese día que no llega…

 

Todo está en statu quo, esperando el momento…quiero llegar a la tarde de un día cualquiera, cansada, pero feliz y complacida, de pircar una esquina que ya imaginé, de rodear de flores y de hacer un camino de piedras que está perfectamente ideado en mi cabeza… allá en mi rinconcito en la cordillera, lejos de esta ciudad y sus mezquindades. 

 

Ahí sí que no habrá dolor, y si los hay, serán de haber ocupado días en tareas de disfrute completo, que habían sido planeados hace tanto tiempo atrás, cansancios tomados con alegría y resueltos con yuyos, como decía el amigo Atahualpa. 

 

Siento el deseo de mandarme cambiar de esta ciudad que me atrapa día con día, que me sujeta, que me engaña diciéndome que el trabajo formal que tengo es la única posibilidad de llevar a cabo mis planes y mis sueños…

 

¿y si estoy muy vieja para moverme cómo quiero? ¿y si cuándo me jubile no tengo el mismo ánimo? ¿y si cuándo sea el momento formal, mi cuerpo dice otra cosa? …

¡¡Tengo que resolver y pronto!! 

   

Paulina Iriarte Pizarro.

Profesora básica.

paulinairiarte@gmail.com




MARGARITA DI GiUSEPPE


LA RELACIÓN CON SU CUERPO EN ESTA PANDEMIA

2020



Septiembre, 2020.


Durante esta pandemia, mi cuerpo (y yo) ha pasado por etapas:

Al principio se sintió muy feliz de poder tener tiempo para descansar sin culpa, ver televisión y comer.

Después empezó a sentirse flojo y desmotivado.

Pasó por un tiempo crítico, cuando el virus quizo confrontarlo. Por suerte mis defensas salieron victoriosas.

Pero entonces mi colon, que ya venía quejumbroso, no dio más y el médico diagnosticó celiaquía.

Yo me enojé con él, acusándolo de que era joven y tenía que estar a la altura de mi edad. Pero me respondió que eso dependí de un trabajo en equipo.

Juntos hemos estado trabajando en mejorar la alimentación, cambiar hábitos y hacer, al menos, tres horas de ejercicios a la semana.

Yo y mi cuerpo hemos aprendido a ser uno solo, a aceptarnos como un todo.

Margarita Di Giuseppe.

Educadora de Parvulos y escritora.



SANDRA COÑOEPAN VEGA

Y

 LA RELACIÓN CON SU CUERPO EN PANDEMIA

2020




OCTUBRE, 2020




Durante estos meses en pandemia, he tenido cambios importantes tanto físicos como emocionales. Me he sentido mucho más conectada con mi cuerpo,  siento los cambios en el ciclo menstrual y puedo notar con claridad las distintas fases. Me entrego a todas ellas, ya que tengo la posibilidad porque estoy haciendo cuarentena y tele trabajando. 


Hay días en los que no quiero levantarme, ni hablar con gente, ni hacer cosas y me respeto. Me quedo en cama luego de hacer clases y me regaloneo con tecitos y mantitas. Otros días quiero hacerlo todo, y en general uso esa energía para hacer aseo profundo, o alguna clase de yoga. 


Al principio del confinamiento, sentía mucha ansiedad, lo que se reflejaba en querer comerlo todo. Supongo que subí un poco de peso, pero nunca lo comprobé. Ahora llevo 7 meses en casa, y ya logré organizar tiempos y espacios. 


Tengo horarios para comer, otros para trabajar y otros para el ocio. Siento que mi cuerpo está en calma y me siento absolutamente conectada con el. El hecho de tener que salir a trabajar todos los días sin tomar en cuenta como te sientes, provoca que vivamos en una constante desconexión con nuestro sentir. Por eso ahora que tengo el privilegio de estar en mi casa, cómoda y a gusto, escucho todo lo que me quiere decir y me doy los espacios necesarios para oírlo y conectarme conmigo.


Sandra Coñoepan 

Profesora de inglés.

sandraconoepan@gmail.com




JAVIERA FIGUEROA MIRALLES



LA RELACIÓN CON SU CUERPO EN PANDEMIA

2020




El cuerpo y la pandemia


 


Quizás el cuerpo, mi cuerpo, ha sido por lejos lo más postergado de estos meses de pandemia y encierro. 


Si bien nunca me he destacado por ser activa o deportista, las caminatas diarias hacia el colegio de mis hijes, luego al trabajo, sube y baja escaleras del metro, todo aquello ha desaparecido por completo. 






Las horas de caminata se convirtieron en largas horas de conexión. Pantalla más pantalla, más y más tareas del trabajo: planifica, corrige, investiga, escribe…. más tareas de la casa, más tareas de mamá, más tareas de pareja, más suma y sigue… El cuerpo a ratos agarrotado o a veces extenuado… las ideas matutinas de moverse por la tarde se van desvaneciendo cuando el cansando llega al límite. 





La única tregua han sido los momentos en que convertimos la casa en una fiesta, las ganas de moverse se rebelan contra el cansancio y la rutina, la música sacude los nudos y tapujos, los bailes y las risas se apoderan del escenario y el cuerpo vuelve a ser el protagonista.







Javiera Figueroa Miralles.

Doctorada en Educación(U.Católica).

javileta@hotmail.com



MARCELA GONZALEZ MONROY

Y

LA RELACION CON SU CUERPO EN ESTA PANDEMIA 2020

 

Noviembre 2020

 

Debido a la opción de vida que he llevado en cuanto a dedicarme a la danza y a Pilates, siento que la relación con mi cuerpo ha sido siempre cercana, es una parte muy importante para mi que me permite hacer lo que me gusta, y si bien esto puede leerse como algo netamente laboral...no es así, es un amor profundo.

Desde que empezó la cuarentena los primeros 15 días estuve desesperada con el encierro, hasta que me tocó salir y vi este mundo afuera con mascarilla, hasta el día de hoy no me puedo acostumbrar, creo que no sabíamos lo libres que podiamos  circular antes, y en eso me ha pasado un proceso de valoración del rostro de las personas, extraño mirar y ver a cada persona distinta, y si bien los ojos quedan al descubierto se han perdido las sonrisas en un saludo, el hola que se escucha aunque no sea para ti. También me ha servido para valorar mi rostro, quiero salir y poder mostrarlo, quiero saludar a la gente del supermercado con una sonrisa, conversar con la sra que atiende la farmacia, extraño el cara a cara. Al lado de gente que ha muerto o que está enferma, o la crisis laboral por la que están pasando muchos puede ser un detalle, pero yo extraño las caras al descubierto. Y seré feliz el día que vea los rostros de todos los niños y niñas sonriendo en una plaza.

 

Marcela Gonzalez Monroy.

Pedagoga en danza, instructora de pilates.

@marce_coty

 

 

CUERPOMUERTE

Paula Moraga Lagarrigue

2022


El año 2019 ocurrieron varias muertes en mi. 

En una ola que abarcó la identidad más íntima y mi condición vital en varios planos. 

Lo social estallaría después en protestas y luego en pandemia. Oleada tras oleada en esta sucesión de giros, me cubrió por completo. Crisis. 

Me dejé ir.

Me dejé hundir. 

Solté todo. 

Me fui al suelo. 



Desde antes sabía que estaba enferma. Acompañé a mi madre en eso también. No quise, o no pude enfrentar mi enfermedad hasta la muerte de ella. No quise siquiera saber detalles, para mi era evidente.   

Dejé mi cuerpo a un lado. 


Tiramos las cenizas de mi madre al mar. 


Entonces mi cuerpo marcó el tranco:

cama, hemorragia, mancha, 

cama, ducha, ordenar, 

cocinar, comer, cuidar. 

Todo a medias, todo mal, de luto, enferma. 

Cuidar, engordar, recuperar, 

Cortar, sacar, cocer, recuperar. 

Rojo, morado, verde, amarillo. 


En ese momento el estallido seguía en sus secuelas. La imagen de apaleos y torturas dejó en mi clavadas profundamente esas imágenes. Herida sobre la herida, espanto sobre el espanto.  


Se acercó peligrosamente el espiral de mi vida, al espacio de esa huella de la Muerte-Violencia de Estado, estábamos ahí los cuerpos nuevamente desapareciendo. Se actualizó y expandió la dictadura, la historia, la memoria, mi pequeña historia personal con la muerte de mi madre y la historia común con este estallido y tantas muertes más, tanto sufrimiento. 


Siempre me “tocó” moverme y aprendí así a trazar mi mapa y vine a morir acá bien al sur. 


Me construí un mediano ataúd verde donde navegar en la tempestad, desde el cual dejarme caer en la tormenta. 


Y para morir en paz repasé a los muertos, les pedí fuerzas. 

Pasaron ante mis ojos muchas partes de mi vida, pero no rápidamente, en segundos, si no que han sido dos años, tres años… y cada día mi vida ante los ojos, partes olvidadas, en cámara lenta, como un super zoom, en tiempos desordenados, actualizando para la despedida, desdoblando la experiencia, encontrando cara a cara en una prolongada despedida. 



Declarada la pandemia me invadió la certeza de que la danza también moriría, o esta danza que me tocó a mi, no por no poder bailar, moriría de hambre. Sentí fuertemente que éramos un cuerpo en extinción. 



¿Cómo haría la danza para bailar encerrada?

( y siempre que digo Danza nombro en realidad a quienes danzan, porque la danza no se baila sin cuerpos, sin personas) 


¿Qué quedaría como vestigio, como registro de esas danzas que yo ví? 

¿Cómo se convertirían a la virtualidad?


Asistí a lo que pude a través de las pantallas, admirada de la prestancia y rapidez en las mutaciones, la alegría, la fuerza admirable… 

…. yo voy a otro tiempo y en otra dirección tal vez.   


Molesto, llamo

hola cómo estás? tanto tiempo… te acuerdas? 


Encuentro algunas pistas que me ayudan a inventar un camino. 

Veo el impacto en otras personas de recuperar estos pedazos y me motivo 

No puedo sola. 

Pido, siempre estoy pidiendo, molestando, revolviendo, escarbando 

Ir hacia atrás es mi forma de encarar lo que viene. 



Paula Moraga Lagarrigue

Profesora de Danza

Gestora Cultural 

https://archivovivodanza.wordpress.com/ 

 



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